Hace casi un año el administrador de Capturing Christianity, Cameron Bertuzzi, estaba en un proceso de conversión a la fe católica. En uno de sus post el dio una de las razones por las que no se convertía a nuestra fe católica. El resumen lo expresó a través de un silogismo que reza de la siguiente manera:
- Si el catolicismo es cierto, la Simplicidad Divina es verdadera.
- La Simplicidad Divina no es cierta.
- Por lo tanto, el catolicismo no es cierto.
Obviamente creo que tanto Cameron como todos los que piensan que la Simplicidad Divina es falsa están gravemente equivocados, pero no es lo que quiero discutir ahora, sino algo más con lo que esto está relacionado.
De lo que quiero hablar es sobre la identidad de la Iglesia. Cameron pone un condicional para que el catolicismo sea cierto: que la Simplicidad Divina sea cierta. Dado que la SD es una doctrina formalmente definida por la Iglesia católica, y ésta reclama infalibilidad, no puede haberse equivocado al definirla dogmáticamente. Pero, según Cameron, hay buenas razones para pensar que la SD es falsa y que, por tanto, la Iglesia «infalible» definió algo falso. Sin embargo, creo que esta es una manera incorrecta de proceder, y daré mis razones a continuación.
Creo que cuando hacemos una investigación teológica debemos preguntarnos si existe alguna autoridad vinculante para que me ayude a resolverlo. Si hay algo en la Sagrada Tradición o más allá, como un Magisterio, o si simplemente es necesaria las Escrituras y el método teológico preferido. Pienso que cuando se trata de examinar al catolicismo lo más prudente es ir no por aquellas doctrinas que pueden ser fácilmente aceptadas incluso por protestantes sin que estos pierdan su identidad. Por ejemplo, un protestante podría creer en el purgatorio (como Jerry L. Walls), o creer en la intercesión de los santos (un gran número de luteranos e iglesias reformadas lo hacen) o incluso abrazar los dogmas marianos. Esto no comprometería en nada su identidad como protestantes (¡incluso como protestantes históricos!). Pero resulta que en el catolicismo hay una doctrina que si bien no es la más importante sí es la más distintiva, esta es: el papado. Creo que la discusión entre católicos y protestantes gira en torno a estas preguntas: ¿es bíblico el papado?, ¿fue el magisterio de la Iglesia instituido por Jesucristo?, ¿es la Iglesia infalible?
¿Por qué estas preguntas son importantes? Bueno, pienso que la identidad de las personas es importante. Después de todo uno no confiaría en alguien quien dice ser algo que no es. Para ilustrar mejor esto recordemos el famoso trilema de Lewis (usted no necesita comprometerse con afirmar la validez de este trilema para entender el siguiente punto). C. S. Lewis dijo:
Debes hacer tu elección. O este hombre era, y es, el Hijo de Dios, o un loco o algo peor. Puedes callarlo por tonto, puedes escupirle y matarlo como un demonio o puedes caer a sus pies y llamarlo Señor y Dios, pero no vayamos con ninguna tontería condescendiente acerca de que es un gran maestro humano. No nos ha dejado eso abierto. No tenía la intención de hacerlo.1
Note como Lewis se centra no en las enseñanzas de Jesucristo, sino en su identidad. Si Jesús es quien dijo ser, es decir, el Hijo de Dios, debo cambiar mis posturas que son contrarias a sus enseñanzas. Después de todo si Dios respalda las afirmaciones de Jesucristo, ¿mis razonamientos basados en la sabiduría del mundo deberían superar las afirmaciones del Hijo de Dios? Supongo que no es algo razonable.
Ahora vayamos a un ejemplo bíblico sobre la importancia de la identidad del sujeto. En Juan capítulo 6, un pasaje muy disputado por los teóricos de la eucaristía, Jesús hace declaraciones poderosas y controvertidas sobre comer su carne porque «si no comen la carne del Hijo del hombre, y beben su sangre, no tienen vida en ustedes» (vv. 53-54); esto obligó a los discípulos a abandonarlo (v. 66). Cuando Jesús mira a sus apóstoles les pregunta si ellos también quieren irse. Pedro, sin cuestionar la anterior enseñanza de Jesús, responde: «Señor, ¿a quién iremos? Sólo tú tienes palabras de vida eterna.» (v. 68). Pedro y los discípulos parecen no entender todavía la enseñanza de Jesús, pero la aceptan sin reclamo en base a la identidad de Jesucristo como Hijo de Dios. Ellos comprenden que entenderán después.
Podemos decir algo similar sobre nuestra relación con la Iglesia Católica. El problema de muchos, como el de Cameron, es que no se preguntan «¿qué es la Iglesia?» Si ella no es la Iglesia que Jesucristo fundó; si ella no es infalible; si ella no está gobernada por el legítimo sucesor de San Pedro, entonces es una Iglesia falsa. Esto es lo que identifica a la Iglesia por lo que es, pero si no es tales cosas entonces es una Iglesia equivocada o, en el peor de los casos, mentirosa. Sin embargo, si ella es quien dice ser, debo cambiar todas mis perspectivas que son contrarias a sus enseñanzas infalibles. De no hacerlo y continuar en una disputa contra sus reclamos sería dar coces contra el aguijón; nos convertiría en unos necios sin remedio.
Podemos tener dudas sobre las doctrinas de la Iglesia; pienso que es algo normal entre los seres humanos el dudar de las cosas. Pero podemos tener confianza en la Iglesia en virtud de lo que es —si de verdad es lo que dice ser—. En palabras del teólogo católico Joe Heschmeyer: «Si la Iglesia es lo que dice que es, entonces sus objeciones a sus enseñanzas son incorrectas, incluso si aún no sabe por qué están equivocadas… ya que sus enseñanzas son realmente las enseñanzas de su Cabeza [Cristo].2» Entonces la objeción de Cameron, y de muchos otros, pierden el sentido si no interactúan con los argumentos a favor de la identidad de la Iglesia.
Referencias.
[1] Lewis, C. (2001). Mere Christianity. New York: HarperOne, p. 52.
[2] Heschmayer, J. (2020). Pope Peter: Defending the Church´s Most Distinctive Doctrine in a Time of Crisis. USA: Catholic Answers Press: Ch. 1.
Ato y ligo
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