El diezmo es un tema candente no sólo entre católicos y protestantes, sino también entre protestante y otros protestantes. Muchos cristianos practican el diezmo de buena fe; ellos, con un corazón sincero y sin esperar algo a cambio, ofrendan el 10 % de su salario para la caridad. Sin embargo, otros tantos lo hacen ya sea por el engaño legalista de sus «pastores» o por un interés de prosperidad oculto detrás de ellos que, en última instancia, tiene también una sugestión desgraciada de los sujetos que predican detrás del púlpito.
Por otro lado, si parece no haber quedado claro, mi intención no es generalizar este fenómeno en el protestantismo ni catalogar el diezmo como algo prohibitivo para los cristianos. La propia Iglesia Católica ha sido una practicante del diezmo, aunque de manera diversa a como lo hacen los protestantes, y así como en otras denominaciones ha sido víctima de malos pastores que abusaron de la ingenuidad y buena fe de los seglares. Creo que es algo lamentable lo que sucede en las comunidades cristianas de hoy en día, así que procederé a hacer un examen bíblico del diezmo, así como dar recomendaciones de su genuina praxis en el cristianismo de hoy.
El diezmo en el Antiguo Testamento
No podemos decir que el origen del diezmo se remonta a la época de los israelitas; ni si quiera que tiene un comienzo con el padre Abraham. La práctica de diezmar se remonta a antigüedades desconocidas; sin embargo, vemos por primera vez, en la biblia, este ofrecimiento con el ya mencionado Abraham. En Génesis 14, después de la batalla contra Quedarlaomer, el misterioso Rey de Salem, Melquisedec, salió al encuentro de Abraham. Hizo un ofrecimiento de pan y vino, bendijo a Abraham y Yahvé, y, en consecuencia, Abraham ofreció los diezmos de todo lo que había obtenido de su batalla (Gn. 14:20). Con el paso del tiempo, llegando la ley mosaica al pueblo escogido de Israel, se hizo obligatorio. El diezmo practicado en el Antiguo Testamento, bajo la ley de Moisés, se puede dividir en tres categorías:
- Diezmo para los levitas (Maasér Rishón). Los levitas prestaban un servicio a la Tienda del Encuentro; por lo que Yahvé decidió que su paga serían los diezmos de todo Israel (Nm. 18:20-21). A su vez, este diezmo recibido por Leví se dividía en otro diezmo (o subdiezmo) que era entregado a los sacerdotes levitas; es decir, obtenían el diezmo del diezmo (Nm. 16:26).
- Diezmo para la Fiesta de Peregrinaje (Maasér Shení). Este diezmo no era exclusivo de Leví y, a diferencia de los otros, de este diezmo participaban los mismos diezmadores (Dr. 12:17-18). Este diezmo, al tratarse de ganado o frutos de la tierra, en ocasiones no podía llevarse al lugar de la celebración. Por ello debía cambiarse por dinero no para ofrendarlo después, sino para con ello comprar lo necesario para ofrecerlo en presencia de Yahvé (Dt. 14:24-26).
- Diezmo para los necesitados (Maasér Ani). Este diezmo era exclusivamente para los huérfanos, viudas, pobres, extranjeros y levitas. Se entregaba cada tercer año en las ciudades de los que daban el diezmo (Dt. 14:28-29).
Diezmo en el Nuevo Testamento
La única mención del diezmo en el N. T. se encuentra en la carta a los Hebreos. Sin embargo, no se encuentra en forma de ordenanza ni mucho menos. En el capítulo 7 el autor recapitula brevemente la ya mencionada historia de Abraham y Melquisedec. Se menciona cómo Abraham dio el diezmo de todo a Melquisedec (v. 4) y la participación de los levitas del diezmo de las tribus de Israel estipulado en la ley mosaica (v. 5). El verso 6 dice que Melquisedec recibió el diezmo de Abraham aun sin ser de la genealogía levita. Luego dice: «y aquí, ciertamente, reciben el diezmo hombres mortales; pero allí uno de quien se asegura que vive.» (v. 8) En mi época como protestante me tocó enfrentarme a muchos partidarios del diezmo obligatorio que utilizaban este texto como un ejemplo de continuidad del diezmo mosaico. Entonces, decían, aquí se habla de hombres mortales que reciben el diezmo, y articulaban a estos hombres mortales con sus pastores. Una interpretación inadecuada y demasiado optimista, a decir verdad. El problema con esto es que se ignora el contexto que venimos mencionando. El autor de los Hebreos parece contraponer el diezmo recibido por los levitas (quienes serían estos hombres mortales) con aquel que recibió el dichoso Melquisedec.
Entonces, ¿qué enseña el Nuevo Testamento sobre diezmar? Nada. Absolutamente nada. Lo que las Escrituras no enseñan es a ofrendar conforme dispone el corazón, no por tristeza ni por obligación porque Dios ama al dador alegre (2 Cor. 9:7). El N. T. no da una indicación sobre un porcentaje específico que se deba apartar para darlo como ofrenda, sino más bien que «cada primer día de la semana, cada uno de ustedes reserve en su casa lo que haya podido ahorrar» (1 Cor. 16:2). Esto quiere decir que la ofrenda es relativa a la posición económica de los cristianos y a cómo y cuánto les nazca ofrendar.
Diezmo eclesiástico
El registro más antiguo que tenemos del diezmo, con el surgimiento de las instituciones, está en los cánones del concilio de Macon del 585. Después de la intervención al respecto por los concilios de Rouen (650) y de Metz (756), Carlomagno en el año 784 volvió a imponer el diezmo en la Iglesia. El historiador Justo L. Gonzalez escribe: «Esta legislación incluyó el descanso dominical obligatorio, la imposición del diezmo como si fuera un impuesto, y el mandato de predicar sencillamente y en la lengua del pueblo.»1
Sin embargo, como declara la enciclopedia católica:
Al principio, el diezmo se pagaba al obispo, pero más tarde el derecho pasó por ley común a los párrocos. Los abusos no tardaron en aparecer. El derecho a recibir diezmos fue concedido a príncipes y nobles, incluso de forma hereditaria, por los eclesiásticos a cambio de protección o servicios eminentes.2
Después de los abusos, la Iglesia entró en concilio y en 1179, en Letrán, decretaron que no se permitiría la enajenación del diezmo a los laicos sin la aprobación del Papa.
Muchos pueden pensar que los diezmos nacieron como producto de la avaricia eclesiástica; sin embargo, esto no es cierto. Es verdad, como ya vimos, que la Iglesia atravesó por abusos gracias al pecado del hombre y la imposición del diezmo, pero esta no era la motivación del diezmo. El historiador protestante Philip Schaff dice que «los diezmos se consideraban la contribución mínima para el mantenimiento de la religión y el sustento de los pobres.»3
Actualmente el diezmo no se entiende de la misma manera que se hace en el Antiguo Testamento y por un tiempo en la propia vida eclesiástica. El diezmo es un sinónimo de ofrenda; una aportación de los feligreses para hacer frente a las necesidades económicas de la Iglesia, los necesitados, etc. El canon 222 del código de derecho canónico dice: «El quinto mandamiento de la Iglesia Católica señala la obligación de ayudar, cada uno según su capacidad, a socorrer las necesidades materiales de la Iglesia.» Este beneficio no solamente es material sino espiritual. El libro de Tobit 12:9 comenta que «dar limosna libera de la muerte y purifica todo pecado».
La imposición actual del diezmo
Como mencioné el diezmo ha sufrido distorsiones y, particularmente, las iglesias evangélicas4 han sido las culpables de esto. La falta de estudio bíblico y el seguimiento ciego que suelen hacer los fieles de sus pastores es el génesis de este problema. Desde luego, como ya dije, creo que muchas de estas personas ofrendan o diezman de una manera sincera. Creo que muchos están sinceramente convencidos de que el diezmo es un estatuto obligatorio para los cristianos y sus acciones no sólo demuestran ignorancia, sino un apasionante deseo de hacer la voluntad de Dios. Muchas veces admiré cómo algunas personas de bajos recursos se esforzaban por dar la décima parte de su salario, incluso cuando tenían una familia numerosa que mantener, estas personas no están lejos del reino de Dios. Uno puede ver la caridad cristiana reflejada en ellos, más allá de que esa caridad esté siendo abusada por pastores que, en algunas ocasiones, tampoco lo hacen deliberadamente. Aun así, ni la honestidad de los pastores y los laicos; ni sus esfuerzos y sinceridades, son motivo para dejar que el error se propague.
Uno se pregunta: ¿qué es lo que motiva a estas personas a diezmar? La caridad, sí, pero no hablo de una motivación relacional sino intelectual: ¿cuáles son las premisas que se divulgan en los púlpitos para concluir que el diezmo es una ordenanza obligatoria para los fieles? En el caso de la Iglesia Católica el Magisterio puede hacer una serie de imposiciones disciplinarias en virtud de la autoridad conferida por Jesucristo para atar y desatar. Sin embargo, las imposiciones eclesiásticas no están basadas en distorsiones de textos bíblicos sino en una iniciativa propia del clero contemporáneo basándose en reglas que no interfieran con las órdenes inmutables de la biblia. Lamentablemente el evangelicalismo no goza de este don; esta corriente, habitualmente fundamentalista, basa sus obligaciones morales o disciplinares únicamente en las Escrituras y la interpretación privada del pastor al que, supuestamente, lo acompaña el Espíritu Santo como guía. Entonces, ¿qué argumentos bíblicos elaboran estos pastores para imponerle el diezmo a sus ovejas?
Cuando fui protestante recuerdo tener la manía de ir a debatir a otras iglesias. No sólo eso, sino debatir con cualquier cristiano que se me atravesaba (sí, en mi mente esto era lo correcto). Uno de los puntos que siempre discutía era el tema del diezmo. En mi localidad me tocó conocer muchísimas iglesias donde el diezmo era una imposición para los fieles; de hecho, de las iglesias que recuerdo haber visitado, sólo dos estaban en contra de esta carga. Pero todas las demás iglesias compartían la misma visión que hoy vengo a discutir. El problema en estas iglesias es que ellas no imponían el diezmo en el sentido eclesiástico que predominó un tiempo en la Iglesia Católica, sino que basaban esta imposición como una ley divina afirmada en las Escrituras. Además de los diversos textos bíblicos del A. T. que hablan sobre el diezmo mosaico, ellos recurrían constantemente al ejemplo del diezmo abrahamico. Como ya lo abordamos, Abraham dio los diezmos de su guerra contra Quedarlaomer a el sacerdote Melquisdec; pero, a diferencia de estas iglesias, el diezmo de Abraham no era por una imposición divina, por el contrario, este diezmo fue una muestra de agradecimiento a la bendición de Melquisedec (Gn. 14:18-20), muy al contrario de lo que se suele enseñar en las iglesias evangélicas donde uno tiene que diezmar para ser bendecido; no diezmar en agradecimiento en la bendición ya otorgada.
Otro pasaje típico que solían (y suelen) utilizar es Malaquías 3:8-10. Personalmente la forma en que utilizan este texto me resulta insufrible. El pasaje dice lo siguiente:
¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me estáis robando. Pero decís: «¿En qué te hemos robado?». En los diezmos y en las ofrendas.Con maldición estáis malditos, porque vosotros, la nación entera, me estáis robando.Traed todo el diezmo al alfolí, para que haya alimento en mi casa; y ponedme ahora a prueba en esto —dice el Señor de los ejércitos— si no os abriré las ventanas del cielo, y derramaré para vosotros bendición hasta que sobreabunde.
Entonces de aquí se extraen tres cosas: a) el no diezmar implica robar a Dios; b) se deben llevar los diezmos al alfolí (que en las iglesias evangélicas se entiende como el pequeño cajón donde cae el dinero) y c) cumplir con este decreto traerá bendición sobre los obedientes.
Pues bien, a diferencia del diezmo abrahámico éste tipo de diezmo era una condición necesaria para recibir la bendición de Dios. Esto se debe a que el diezmo posteriormente se convirtió en una obligación para el pueblo de Israel. La obediencia a Dios trae bendición sobre nosotros (Pv. 28:14) por ello los que cumplían con la ley eran benditos ante Él. Entonces, ¿cuál es el problema? ¡Pues que este diezmo simplemente no corresponde al que practican las iglesias evangélicas! Primero porque el diezmo que aquí se menciona consiste en las cosechas de los israelitas; esto es confirmado porque se habla de «traed todo el diezmo al alfolí». El alfolí (Hr. Bayit) era una cámara donde se guardaban cereales o, en términos de la época, frutos de la tierra. No consistía en el 10 % del salario del trabajo de los israelitas. Adecuar este texto a lo que pretenden muchos pastores evangélicos es lo que en mi pueblo llaman eisegesis.
En segundo lugar, el texto maldice como rateros a los israelitas precisamente porque la ley del diezmo era una imposición exclusiva del pueblo de Israel. En todo el N. T. no se menciona que esta ley sea vigente para los cristianos. De esto se percató la Iglesia Católica y es por eso que el diezmo eclesiástico nunca estuvo basado en el Antiguo Testamento como una vigencia de aquél.
Conclusión
¿Quiero decir con todo esto que estoy en contra de ofrendar el 10 % de nuestro salario para la caridad? Por supuesto que no. El apóstol San Pablo menciona en su carta a los corintios que las ofrendas deben ser dadas sin tristeza y no por obligación, y que cada uno dé conforme a su corazón (2 Cor. 9:7). Así como no encontramos, en el N.T., una orden de dar el diezmo, tampoco encontramos una prohibición. Usted es libre de dar el 10 %, el 20 o hasta el 50 % de su salario si así le nace; sin embargo, darle un significado especial a una determinada cantidad «porque la biblia lo dice» es incorrecto; de hecho, como quedó demostrado, la cláusula anterior es falsa.
Referencias.
[1] Gonzalez, J. (2009). Historia del Cristianismo: Obra Completa, Tomo I. Florida: Editorial Caribe, p. 325.
[2] https://www.newadvent.org/cathen/14741b.htm
[3] Schaff, P. History of the Christian Church: Complete Eight Volumenes in One, ch. VI: Morals and Religion.
[4] El término «evangélico» se usa para referirse a las iglesias separadas de la Iglesia Católica que son no representativas. Es decir, sin conexión alguna con las iglesias protestantes históricas.