Anteriormente escribí un artículo como respuesta a un apologista protestante sobre el tema de San Clemente y la Sola Fide. Esta vez no pretendo hacer una refutación directa a algún reclamo en particular, sino mostrar un panorama más amplio de la teología de San Clemente sobre la fe y las obras.
No creo ser una voz autorizada en el asunto. Lo que leerá a continuación no es más que el producto de una investigación personal: recopilación de erudición sobre Clemente, inferencias personales y algunos artículos y libros de apologética católica en inglés. No pretendo ser totalmente innovador en absoluto.
Algo que siempre me ha parecido interesante es cómo algunos teólogos protestantes encuentran las doctrinas de la reforma en Padres tan tempranos como los apostólicos. Si esto es cierto, salta la curiosidad de por qué los primeros Padres tendrían posturas tan radicalmente distintas al del resto de la Tradición cristiana. Hay una base epistemológica detrás de esto que no termino de comprender, pero seguiré investigando.
Aunque este tipo de reclamos a veces suelen extenderse hasta los Padres post-nicenos, es algo poco común, y los intentos han resultado en fracasos rotundos por una incorrecta exégesis de los escritos patrísticos.
Pero por ahora no nos involucramos en eso (aunque sin duda se hará en un futuro). De hecho, lo que defenderé en este artículo no es que el concepto de «sola fide» en el protestantismo esté equivocado; ni siquiera me involucraré un exponer la compatibilidad de Clemente con la teología católica de la justificación (aunque dicha compatibilidad existe). En otro artículo hablaremos sobre las cinco solas de la reforma desde una perspectiva ecuménica. Es decir, rescatando aquello en que estemos de acuerdo, para avanzar en el diálogo interdenominacional y buscar juntos una unidad más sólida para el futuro. Es una expectativa demasiado optimista, debo admitirlo, pero no imposible.
Salvación, fe y obras en Clemente de Roma
Cuando se lee el concepto que tiene Clemente de la justificación, muchos han encontrado una teología armoniosa con el pensamiento paulino. Sin embargo, otros han llegado al extremo de decir que su pensamiento sobre la justificación es contradictorio con las páginas del Nuevo Testamento, y no sólo con San Pablo. Desde luego, es cierto que al leer a Clemente uno puede ver aparentes dispares con la concepción de Pablo sobre la justificación; pero esta aparente contradicción también se puede hallar entre Pablo y Santiago1. Sugeriría tener la misma caridad con Clemente que con Santiago. Antes de emitir un juicio con temeridad, analicemos detalladamente qué piensa Clemente sobre la justificación.
Para empezar, el concepto de fe de Clemente se expresa en un lenguaje distinto que el de Pablo y Santiago. El uso de «fe» (pistis) aparece diecinueve veces en primera de Clemente, mientras que el verbo «creer» (pisteuo) aparece cinco veces, y en solo tres ocasiones se refiere a una fe en sentido personal. Cuando analizamos la carta de Clemente, nos damos cuenta que la fe no significa únicamente una aceptación de la voluntad de Dios, sino también la voluntad de hacer buenas obras, lo que forma parte del orden divino para salvación del ser humano. Sin embargo, San Clemente no creía que el hombre se pudiera justificar a sí mismo, ni por obras de justicia ni por su propia sabiduría, sino por la fe en Jesucristo.
Y así nosotros, habiendo sido llamados por su voluntad en Cristo Jesús, no nos justificamos a nosotros mismos, o por medio de nuestra propia sabiduría o entendimiento, o piedad u obras que hayamos hecho en santidad de corazón, sino por medio de la fe, por la cual Dios todopoderoso justifica a todos los hombres que han sido desde el principio, al cual sea la gloria para siempre jamás. Amén.2
Este entendimiento de la justificación sin duda no es contradictorio a lo que enseña San Pablo en sus cartas. Por ejemplo, en Gálatas 2:6 dice:
Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe en Jesucristo. Y hemos creído en Cristo Jesús para que seamos justificados por la fe y no por las obras de la ley, porque por las obras de la ley nadie será justificado.
Desde luego, Pablo y Clemente no escriben en el mismo contexto; las audiencias eran distintas, por lo que es comprensible la diferencia entre la fraseología y el tono. El apóstol Pablo cuando habla de «las obras de la ley» lo hace refiriéndose a la ley judía. San Pablo hablaba como apóstol de los gentiles, y su deber era comunicar la misericordia de Dios a las naciones, haciéndoles saber que esta misericordia se manifiesta a través de la justificación por la fe. En la nueva alianza ya no era necesaria la adhesión al judaísmo. Por otro lado, recordemos que el contexto de la carta de Clemente a los corintios era la exhortación a dejar los celos, las envidias y los malos hábitos que dañan la unidad de la iglesia y que les hizo perder su prestigio como comunidad muy santa. Entonces, lo que Clemente estaba enfatizando en su discurso es que la fe genuina genera virtud y se somete y a la debida autoridad, lo que los corintios no estaban haciendo al destituir a los presbíteros válidamente ordenados.
Aunque el contexto es claramente diferente, y el rechazo que tiene Clemente de las obras es más radical que el de Pablo, sus visiones no son netamente contradictorias; por el contrario, son complementarias. Clemente señala las distintas obras que pueden encontrarse en el hombre: las que son hechas por la sabiduría o entendimiento y las que son de piedad o santidad. Aquí pueden entrar las mencionadas por Pablo, que podían hacerse por la virtud humana. Sin embargo, esta radicalidad de Clemente no implica que mirara la fe como algo estático (como una fe muerta). Más bien, Clemente creía que la fe era un don dinámico. En el capítulo siguiente, él escribe acerca de la necesidad de engendrar buenas obras para la salvación del hombre.
¿Qué hemos de hacer, pues, hermanos?, ¿hemos de abstenernos ociosamente de hacer el bien, hemos de abandonar el amor? Que el Señor no permita que nos suceda tal cosa; sino apresuremonos con celo y tensión a cumplir toda buena obra. […] Hemos visto que todos los justos estaban adornados de buenas obras. […] Viendo, pues, que tenemos este ejemplo, apliquemonos con toda diligencia a su voluntad; hagamos obras de justicia con toda nuestra fuerza.3
En el capítulo treinta y dos —ya citado anteriormente—, Clemente se apega, aunque con un sabor más radical, a la presentación paulina de la justificación por la fe. En cambio, en este otro párrafo, el pensamiento de Clemente es muy parecido al que encontramos en la epístola de Santiago. Nuevamente, hay una diferencia entre las audiencias. Santiago enfrentó una situación diferente a la de Pablo y Clemente: él hablaba a unos cristianos que trataban de justificar su falta de obras con el hecho de que ahora eran justificados únicamente por la fe (Stg. 2:17; 2:24), y pensaban que si alguien quería hacer buenas obras estaba bien, pero que no debían insistir en que todos hicieran buenas obras (Stg. 2:18). Santiago reprendió duramente a los cristianos que se jactaban de poseer fe, pero que no hacían buenas obras; los reprendió a tal grado de compararlos con los demonios (Stg. 2:19). Si bien Clemente no hace las mismas reprensiones, las que llega a hacer si recuerdan mucho a la metodología de Santiago para reprender a los que no querían andar en buenas obras: recordar a los justos del pasado. Santiago menciona a personajes específicos, como Abraham, mientras que Clemente hace una generalización de los justos. Lo que es más interesante en Clemente, es que ve el gloriarse en hacer buenas obras como un antitipo de lo que Dios hizo en la creación: «porque el Creador y Dueño del universo se regocija en sus obras».
Ahora, ¿por qué era importante que Clemente hiciera mención de la fe y las obras en la vida de los corintios? Recordemos la situación que enfrentaba Clemente. Él habla de una «disputa» y «detestable sedición, no santa, y tan ajena y extraña a los elegidos de Dios»4, ¿qué era lo que necesitaban los corintios para revertir la desunidad en la que se estaban involucrando? Desde luego la fe era importante; seguramente los corintios tenían fe y Clemente lo sabía, pero esa fe se había oscurecido por el abandono del temor de Dios, lo que terminó engendrando un desorden moral en la iglesia5. Por esto, Clemente recuerda la necesidad de una fe no oscurecida, sino de una fe «que obra por la caridad» (Gal. 5:6)6.
Entonces, ¿qué podemos concluir de lo que hemos comentado? Vimos que Clemente cree que el hombre es justificado por la fe, pero que las obras son necesarias para la salvación. Pero también vimos que la fe oscurecida por la desobediencia es inútil. Clemente parece sugerir que no basta la fe como acto cognitivo para que el hombre sea justificado; por consiguiente, la fe sólo justifica si está fides caritate et spe formata; es decir, si es una fe informada por la caridad (Gal. 5:6). Recordemos que la fe es motivada por un acto de gracia de Dios; pero la gracia no sería gracia si no está motivada por el amor. La gracia se entrega como un acto de amor; y debe ser correspondida con amor. Entonces, la fe es confianza; y la confianza es un acto de amor que se entrega. Esta fe, por tanto, debe ser una fe motivada a la obediencia del orden divino, que era lo que Clemente quería transmitir a sus interlocutores.
Referencias.
1. De hecho esta fue una de las razones por las que Lutero dudó en aceptar la canonicidad de la epístola de Santiago.
2. Clemente de Roma, Carta a los corintios, XXXII. Ropero, A. (2018) Obras escogidas de los Padres Apostólicos. España: CLIE. p. 133.
3. Ibíd. XXXIII.
4. Ibíd. I.
5. Ibíd. III.
6. Ibíd. XVII.