¿Quién es digno de tomar el libro y desatar sus sellos?

También vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos. Y vi a un ángel poderoso proclamar con gran voz: «¿Quién es digno de abrir el libro y romper sus sellos?» Y nadie, ni en el cielo ni en la tierra, ni debajo de la tierra, podía abrir el libro ni mirarlo. Yo lloraba mucho porque no se encontraba nadie digno de abrir el libro ni de mirarlo. Pero uno de los ancianos me dice: «No llores, porque el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido y puede abrir el libro y sus siete sellos».

¿María era digna de abrir este libro y desatar sus sellos? Algunos protestantes (unos bien intencionados, otros no tanto) hacen esta pregunta tras leer este pasaje del apocalipsis. Después de todo, si María es inmaculada, ¿no debería ser digna de, aunque sea, mirar el libro? Es una pregunta buena, debo admitirlo. ¿Cómo respondemos?

Para descubrir la respuesta debemos preguntarnos, ¿cuál era la condición necesaria que hizo digno a Cristo de abrir el libro y desatar sus sellos?, ¿fue su impecabilidad? El contexto no parece sugerir tal cosa. Si la impecabilidad era lo que hacía digno a alguien de abrir el libro y desatar sus sellos, perfectamente cualquier criatura celestial pudo haberlo hecho: desde los ángeles hasta los ancianos que estaban presentes. Pero vemos que ellos ni siquiera se atrevían a mirar el libro. Por lo tanto, la impecabilidad no era la única condición necesaria para efectuar lo que Cristo hizo. 

¿Entonces qué era? Esto se resuelve por el contexto, aunque la respuesta ya está clara entre los versículos citados. Cuando el Cordero de Dios se acerca a tomar el libro, los cuatro seres vivientes y los 24 ancianos se postran ante él y dirigen una alabanza: 

Eres digno de abrir el libro y de abrir sus sellos, porque fuiste inmolado y con tu sangre compraste para Dios gente de toda tribu, lengua, pueblo y nación. Y los hiciste un reino de sacerdotes para nuestro Dios, y reinarán sobre la tierra. (Ap. 5:9-10)

Como dice este cántico celestial, la condición necesaria para abrir el libro y desatar sus sellos era ser inmolado y haber comprado para Dios a una iglesia con un reinado sacerdotal. ¿Acaso María eso?, ¿la teología católica ha afirmado eso? ¡Por supuesto que no! Ningún ser viviente sería digno, por más inmaculado que fuera, que hacer lo que Cristo hizo: porque ninguno murió por los pecados de la humanidad. Así que este texto no desvirtúa la devoción a la Virgen María ni pone en riesgo su impecabilidad, si es lo que se pretende. 

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