¿En realidad John P. Meier fue un heterodoxo?

Tras el fallecimiento del erudito John P. Meier, muchos comenzaron a recordarlo más por sus contribuciones polémicas acerca del estudio del Jesús Histórico que por sus buenos aportes a la fe cristiana. Seguramente escuchaste que Meier es un católico heterodoxo: bueno, no es así. Lo cuestionable de Meier se encuentra en su obra de varios tomos (obra inconclusa, desgraciadamente), llamada «Un judío marginal». En la misma, Meier hace una investigación histórica-crítica sobre el Jesús histórico. Sin embargo, hace ciertos apuntes introductorios a su obra que deben ser tomados en cuenta.

En primer lugar, la obra de Meier tiene la intención de ser imparcial, o dicho a su manera, objetiva. Esto se conoce como un «tratado ecuménico»; una obra de consulta a la cual todos los cristianos y no cristianos pueden observar para el avance de sus investigaciones. Aunque Meier admite que «no hay neutral Suiza de la mente en el mundo de la investigación sobre Jesús»1, trata de mantener un enfoque lo menos cargado posible de su contexto religioso «confesional»: el catolicismo.

En segundo lugar, Meier aclara que hay cosas que el mantiene por fe y otras cosas que puede «mostrar como cierto o probable por investigación histórica y argumentación lógica» (Ibíd.). ¿Significa que Meier ha separado la razón de la fe? Más o menos, pero no es exacto decirlo de esa manera. En una nota introductoria Meier deja un mensaje al pueblo católico:

Ruego a los lectores católicos de este libro que no se disgusten por atenerme a una estricta distinción entre lo que conozco acerca de Jesús mediante estudio y raciocinio y lo que sostengo mediante la fe. Tal distinción está firmemente arraigada en la tradición católica; por ejemplo, Tomás de Aquino distingue cuidadosamente entre lo que conocemos por razón y lo que afirmamos por fe. Esta obra permanece en el primero de esos dos ámbitos, aunque sin negar, naturalmente, la relevancia de las investigaciones sobre el Jesús histórico mediante la fe y la teología.2

Meier es acertado en este aspecto. En efecto, hay cosas que corresponden al misterio al cual solo la fe puede penetrar. Por ejemplo, este es el caso de la encarnación de Jesús o de la Presencia Real de Cristo en la eucaristía, al cual no podemos acceder por medio del conocimiento humano. Ya lo decía San Juan Pablo II en su famosa encíclica «Fides et ratio»:

Es verdad que con toda su vida, Jesús revela el rostro del Padre, ya que ha venido para explicar los secretos de Dios; sin embargo, el conocimiento que nosotros tenemos de ese rostro se caracteriza por el aspecto fragmentario y por el límite de nuestro entendimiento. Solo la fe permite penetrar en el misterio, favoreciendo su comprensión coherente.3

Al tomar Meier esta medida de fe, se libra de lo que sería una excomunión automática (Lat. Latae sententiae) y cualquier tipo de excomunión formal. Meier debidas precauciones porque ante todo está comprometido con su fe católica, a la cual venera y acepta como cierta sobre los demás credos.

Hay ciertas aseveraciones en su libro que serían impensables sostener «de fide» para los católicos, y este es el ejemplo de la naturaleza de los hermanos de Jesús. A medida que avanzamos en el volúmen 1 de su obra, nos encontramos con cuestiones académicamente polémicas que algunos han extrapolado —creo yo, imprudentemente después de que Meier deja clara la división entre fe y razón en su trabajo— al campo de la fe (de ahí que se le considere un heterodoxo). En el apartado sobre la naturaleza de los hermanos de Jesús, Meier dice algo que es cierto a nivel histórico:

Si la búsqueda del «Jesús histórico» es difícil, la búsqueda de los «parientes históricos de Jesús» se acerca a lo imposible.4

Por supuesto, creo que aquí entra lo que citamos de Juan Pablo II anteriormente, y con lo que Meier parece estar de acuerdo por ser una verdad católica, nuestro conocimiento del rostro de Dios es fragmentario y limitado, ¿cuánto más el de sus parientes? Por ello, aquí Meier entra en la cuestión de los hermanos de Jesús con una carga especulativa considerablemente grande, aunque al final, como sabemos, confiesa que «la opinión más plausible desde un punto de vista puramente filológico e histórico es que los hermanos y hermanas de Jesús eran realmente tales»5. Pero note lo que dice Meier: «desde un punto de vista puramente filológico e histórico». Aquí él no involucra sus delineaciones dogmáticas, a las cuales parece mantenerse fiel. Pero incluso cuando cree que desde un punto de vista histórico-filológico la tesis helvética es más probable, en una nota a pie de página (nota 45) deja claro lo siguiente:

Hablo deliberadamente de la opinión más plausible porque, a mi modo de ver, es a cuanto se puede llegar tras una investigación filológica e histórica sobre la cuestión. Por eso no soy contrario a la opinión de Joseph A. Fitzmyer, quien, después de analizar el problema de adelphos en el NT, concluye que la idea de que los hermanos de Jesús eran parientes en sentido lato «ciertamente no es descartable».

Por supuesto, para Meier esto sigue siendo insuficiente para ser la posición más probable en un sentido, nuevamente, meramente linguistico e histórico.

Con todo esto, Meier no parece estar comprometiendo su ortodoxia. Sus tesis académicas han sido cuestionadas, sí, pero su fe en lo revelado por la Iglesia sigue intacta. Parece que Meier tiene otras razones por las cuales cree en la Virginidad Perpetua de María pero no se alinean a su investigación académica. Esto me recuerda a los partidarios de la inerrancia total de las Escrituras. Actualmente, existen datos científicos (de cualquier índole) que en términos de plausibilidad parecen contradecir los relatos bíblicos, especialmente del Antiguo Testamento. Aunque un inerrantista total podría admitir que lo más plausible es que esos datos sean ciertos y, por tanto, que la biblia pueda estar equivocada, no tiene por qué comprometer su fe en la inerrancia de las Escrituras. Esa persona tiene otros compromisos por los cuales cree que la biblia tiene la razón, aunque no pueda demostrarlo a nivel científico o histórico.

No creo que Meier califique como un católico heterodoxo, mucho menos hereje. Hasta donde sabemos, la Iglesia no condena el academicismo mientras este no comprometa la fe de uno. Y aunque en este caso su fe y su delineación histórica se contraponen, parece que Meier tenía claro que la fe supera cualquier obstáculo, misterio y/o dificultad, por imposible que parezca.

Referencias.

  1. Un judío marginal, vol. 1. p. 17.
  2. Ibíd.
  3. Fides et Ratio, 13.
  4. Un judío marginal, vol. 1. p. 305.
  5. Ibíd. p. 318.

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